ACTIVIDAD 3: LA COLECCIONISTA DE PALABRAS
Viaja en su diccionario volador a la casa de
Palabritas. Allí la mujer le explica que el motivo de que sus queridas palabras
se estén yendo es la falta de uso. Ya casi nadie utiliza las palabras más
bonitas, pues hay sinónimos más fáciles y cortos. Así, las pobres,
desamparadas, se van yendo a la papelera de reciclaje del Mundo Del Más Arriba.
Luna no se resigna y decide visitar el mundo
de las personas que viven Abajo, pero allí se encuentra con que la ignorancia
se extiende rápidamente y de forma imparable.
Decidida a solucionar el problema visita al
señor Palabritas. Él le explica que solo el uso del vocabulario puede hacerlo
volver. Juntos empiezan a enseñarle a las personas palabras que la mayoría
desconoce, pero el proceso es lento y Luna tiene que volver a su Mundo Del Más
Arriba.
Su esperanza es que las personas comunes de
la tierra vean su error al despreciar las palabras y algún día intenten acabar
con la ignorancia que ellas mismas crean.
Celia Pérez Martínez (4º B)
Luna es una
apasionada de las palabras. Adora su luz y se ríe con sus cosquillas. Pero un
día se da cuenta de que poco a poco las palabras bellas, magníficas y
divertidas están desapareciendo del mundo, y la niña decide que es hora de
actuar…
Luna convence al gobernador de su ciudad e
implanta una dictadura, habrá que usar palabras bonitas. Al principio a la
gente no le importó, pero, con el tiempo, comenzaron a imponer su uso incluso
coloquialmente y hemistiquios, hogaza, voracidad, azul… se colaban en las
conversaciones entre amigos.
Tal era la situación que les pareció
demasiado, por lo que se manifestaron para conseguir que Luna abandonara su
obsesión por esas palabras y las usara con moderación.
Luna, consciente del abuso, pidió perdón a
los habitantes y los recompensó permitiendo el uso de palabras coloquiales
junto a esas otras más bonitas y cultas.
Hoy la gente abusa de las coloquiales y claro,
quizás venga alguien y haga lo mismo que Luna. ¿Será el momento de retomar las
riendas?
David Gesteira Estévez (4º B)
Luna es una apasionada de las palabras. Adora su luz y se ríe con sus cosquillas. Pero un día se da cuenta de que poco a poco las
palabras bellas, magníficas y divertidas están desapareciendo del mundo, y la
niña decide que es hora de actuar.
Se
dirige hacia un bosque en el que ella y sus amigos tienen un hogar para pasar
los ratos libres. Para ella, aparte de ser su rincón de juegos, es el lugar de
pensar en las cosas que le pasan diariamente. Es un sitio tranquilo, solo puede
escuchar el sonido del agua que proviene del río Tambre y el ruido de algún
animal.
Todos
los días, a las cuatro de la tarde, ella y sus compañeros se reúnen hasta las
seis. Aún eran las tres y se dirigía hacia allí para poder pensar antes de
encontrarse con ellos. Para su sorpresa, cuando llegó, ellos estaban allí. La
habían visto rara en el colegio y sabían que la mejor manera de enterarse de lo
que pasaba era estar allí cuando ella abriera la puerta. No le quedaba otra que
contárselo y escogió empezar por el final.
Después
de escuchar el problema de las palabras, decidieron ir por los pueblos conocidos y ajenos dando una gran charla para
solucionarlo.
Yurena de Oliveira Puime (4º B)
Luna es una apasionada de las palabras. Adora su luz y se ríe con sus cosquillas. Pero un día se da cuenta de que poco a poco las palabras bellas, magníficas y divertidas están desapareciendo del mundo, y la niña decide que es hora de actuar…… coge su mochila y se pone en marcha hacia el país de Nunca Jamás.
Por el camino iba recogiendo palabras que caían de los árboles hasta que llegó a un bosque grande, colorido por las flores. ¡Allí sí que había palabras para coleccionar! Solo tenía un problema, todas las palabras eran tristes.
Luna estaba muy desanimada, ya no le apetecía hacer nada, ni siquiera jugar a los "Cazapalabras" con su mejor amigo, que por cierto la debía estar esperando! Dio la vuelta, regresó a casa y se tumbó en cama.
Después de mucho pensar, tenía la solución. Si lo que ella quería era coleccionar palabras, ¿por qué no plantar palabras? Solo hacía falta un poco de imaginación y tiempo libre.
Luna le propuso la idea a su mejor amigo y los dos se pusieron manos a la obra. Inventaban palabras, las plantaban y a la semana siguiente iban a recoger la cosecha. Sí, las palabras habían nacido y con ellas unas pequeñas palabritas también muy graciosas.
Luna y su amigo siguieron yendo todos los días durante varios meses a regarlas y, gracias a Luna, ahora podemos tener en nuestra lengua esas palabras bonitas y divertidas como sonrisa, miau...
Marta Costa Gil (4º B)
Luna es una apasionada de las palabras. Adora su luz y se ríe con sus
cosquillas. Pero un día se da cuenta de que poco a poco las palabras bellas,
magníficas y divertidas están desapareciendo del mundo, y la niña decide que es
hora de actuar.
En
la calle la gente solo se insultaba y decía palabras feas y, a su abuela, que
era una mujer mayor y por cierto muy sabia, no le gustaba mucho que saliera.
Luna vivía con ella desde que había quedado huérfana, las dos se cuidaban
mutuamente.
La
niña siempre decía que su abuela tenía poderes mágicos y en el colegio la
llamaban mentirosa e inocente. Un día, harta de todo eso, se fue a casa y le
dijo a su abuela que quería que aquello se acabase. La anciana se encerró en la
cocina; Luna no sabía lo que estaba haciendo, pero confiaba en ella. Cuando terminó
le dijo que saliera a jugar a la calle. Luna estaba desconcertada, porque sabía
lo poco que le gustaba a su abuela que saliera, pero le hizo caso.
Allí,
los niños jugaban alegres, la pequeña estaba sorprendida, nadie decía nada
malo, solo cosas bonitas. Luna miró a su abuela con una sonrisa y la anciana le
guiñó un ojo; sabían que todo aquello solo podía haber sucedido gracias a la
magia.
Irene Gómez Rodríguez (4º B)
Luna
se pasaba el día pensando cómo podía hacer para que la gente empezase a
utilizar las palabras que ella coleccionaba y que eran tan especiales.
Una
noche, ya muy cansada, se fue a dormir y tuvo un sueño. En él aparecía ella
observando a la gente desde una nube, y se fijó en que todos se quedaban
mirando. Cuando despertó, al analizar su sueño, tuvo una idea; lo único que
debía hacer era escribir las palabras en las nubes, así la gente podría verlas.
Luna
se pasó mucho tiempo escribiendo sus palabras en las nubes y, a pesar del
trabajo, se sentía satisfecha por lo bien que le habían quedado. La gente, al
ver las palabras escritas, quedaba muy sorprendida y, cuando las decían, se
sentían muy bien, por lo que empezaron a usarlas habitualmente.
La
niña estaba muy feliz; había conseguido que esas palabras tan maravillosas no
se dejaran de utilizar.
Jose Domínguez Vázquez (4º B)
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