"PINTAR CON PALABRAS"
Cualquier obra de arte surge de la necesidad vital, de la experiencia interior del artista. Todas las obras que tienes a continuación responden a esa necesidad de transmitir sentimientos, emociones, impresiones...
Imaginemos qué movió a Goya, a Vermeer, a Warhol...; incluso podemos convertirnos en un personaje, un objeto de los que figuran en el cuadro y dar voz a todo lo que le rodea.
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Yo, Peter, soy un hombre honrado, jardinero de la familia real de Inglaterra. La reina se llamaba Katy y el rey Max y tenían una hija llamada Lisa de unos 25 años, como yo.
Un día me decidí a hablarle para que me dejara hacerle un retrato; lo discutimos un rato para ver en qué iba a quedar la cosa, pero finalmente Lisa aceptó. Empezamos el trabajo al día siguiente. Cada vez que la miraba mientras trasladaba el lápiz con la mayor sutileza posible, pensaba en cómo sería mi vida a su lado. El trabajo nos llevó 50 días para poder acabarlo. Yo, en todo ese tiempo, pude darme cuenta de que ella era la única persona con la que podía compartir la misma cama, así que decidí conquistarla poco a poco.
El cuadro se llamaría La joven de la perla, ya que Katy siempre llevaba un conjunto de joyas muy caras e, incluso de lejos, brillaba como lo hacen las estrellas de noche. Iban ya 30 días, solo nos quedaban 20; ya tenía la mayor parte del trabajo hecho, pero no quería separarme de ella. Me faltaba poco para tenerla a mi lado. Mi primera esposa. En la recta final del proyectó, empecé a regalarle una rosa de color rojo cada día y conseguí que ella fuera la Perla de mi vida.
Yurena De Oliveira Puime (4º B) (Elegida la mejor por el grupo)
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Warhol, Latas de sopa Campbell Ya es suficientemente malo ser una fría y aburrida lata de sopa, como para que aún encima, un hombre muy extraño me haga quedarme aquí, encima de esta mesa, sin moverme.
Mi vida no ha sido precisamente emocionante, pero esto ya es el colmo. No me gusta la idea de que los demás me miren y se rían de mí, me saquen defectos y digan, mira que gorda, o, que poco colorido. Además, en cuanto acabe de dibujarme, seguro que me abrirá, comerá lo que contengo y me tirará a la basura, ¡a mí!, que he sido su inspiración.
Llevo aquí ya varias horas y si antes estaba muy irritada, ahora aún más. Este hombre no deja de mirarme y espero que por lo menos cuando acabe me enseñe el cuadro. Aunque no estoy segura de ser una buena modelo, tengo muchos complejos.
¡Al fin ha acabado! Menos mal. Ya pensaba que me tendría que quedar aquí para el resto de mi vida. Me ha cogido y me ha metido en el armario, aunque por lo menos ha tenido la decencia de enseñarme su obra de arte. Ha quedado bastante bien, eso tengo que reconocerlo, y me ha ayudado a cambiar la opinión que tengo sobre mí misma y sí, soy una gran modelo y soy bastante bonita.
Algunas veces hay que fiarse de lo que te dicen los demás; además, ¿qué otra opción hay si no tengo espejo?
Irene Gómez Rodríguez (4º B)
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La habitación de Van Gogh Nadie le había dado importancia a lo más simple. Todos optaban siempre por cosas llamativas, sin fijarse en lo que nos rodeaba, que por sencillo non deja de ser necesario. En nuestra habitación pasamos muchos momentos de nuestra vida, reflexionamos, lloramos, nos alejamos de todo. De la rutina, de los problemas...
Pero también pensamos en las alegrías, en buenos momentos, en personas especiales, en nuestra familia, en lo que queremos, en lo que anhelamos.
En ese espacio vital se encuentran objetos cotidianos, en los que no nos fijamos, pero que conocemos muy bien.
Es hora de que alguna persona haga arte con lo cotidiano, como… una habitación, por ejemplo. Por eso yo, artista de este mundo, pintaré esa habitación, en la que ha transcurrido mi vida.
Celia Pérez Martínez (4º B)
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Deseaba innovar porque todo los que había visto hasta entonces eran iguale: el pintor siempre mira de frente en los cuadros. Por ejemplo La Gioconda, el autorretrato de Alberto Durero, etc.
Por eso yo, estaba decidido a hacerlo de otra manera, lo haría mirando desde un espejo al resto del aposento, y así, retrataría a la hija de Felipe IV, sus doncellas, el perro de Nicolasillo, un niño italiano, y el retrato que aparecía al fondo de la sala, cuyo autor desconocía.
Para mi satisfacción ese cuadro fue muy bueno, como dijo el rey una vez acabado, y original. Era una innovación para el siglo XVII, ya que la pintura y los planos de encuadre no se habían modernizado mucho a lo largo de estos últimos siglos.
Quizás os esté aburriendo, pero para no hacerlo más os voy a contar un secreto al que trae a todos con intriga. He aquí la revelación: la cruz de Santiago no la he pintado yo, sino el italiano que aparece con una pierna en el lomo del perro. Era mi gran paje y le hacía mis confidencias.
¿Increíble verdad? Pero es así, la historia verdadera siempre marcha con los muertos y nunca se sabe la verdad; por eso os escribo, para desvelar qué me movió a pintar el cuadro.
Atentamente: Diego Velázquez.
David Gesteira Estévez (4º B)
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-¡Infanta Margarita María!
En ese mismo instante supe que era el día en el que nos tocaba posar para Velázquez.
Nos acercamos a Diego, que después de varias vueltas nos colocó de la forma que más le gustaba.
-Ya falta poco... -repetía Velázquez. Las niñas estaban inquietas, querían ir a jugar conmigo, pero yo tampoco tenía muchas ganas. Prefería quedarme allí acostado, mientras él dibujaba.
Se escucharon voces en el piso de abajo. Todos empezaron a correr para ver lo que pasaba. Velázquez echó las manos a la cabeza porque ahora tendría que volver a pintarlo todo de nuevo.
¿De dónde venían esas voces? Eran dos hombres delgados. No se les entendía nada. Estaban muy histéricos. Al final supimos lo que les pasaba, un perro robusto los perseguía y a uno de ellos lo mordiera en una pierna.
Seguro que era mi amigo Roqui, tenía muy buena intuición y seguramente les mordiera porque no eran de fiar.
Al día siguiente durante la hora de la cena, mientras comía unos huesos que me dieran, escuché que aquellos hombres que vinieran con una herida en una pierna eran unos ladrones muy buscados.
Ya sabía yo que Roqui hiciera eso por algo.
Marta Costa Gil (4º B)
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El señor Nieto era uno de los trabajadores del rey y, como tal, tenía que ayudarlo en todo lo que pudiese, incluso dar la vida por él.
Había escuchado que Velázquez estaba haciendo un cuadro de la infanta Margarita y decidió ir a ver al gran pintor en acción. En cuanto acabó su trabajo, se acercó al salón y se quedó en la puerta mirando, todo transcurría con normalidad y Velázquez ya estaba terminando su obra.
Pasado el tiempo, en una visita a unos parientes nobles, reconoció en la entrada el cuadro expuesto y se paró a mirarlo. Tras la sorpresa inicial, comprobó como el hombre del fondo… ¡era él!
Cogió todos sus ahorros y fue a casa del noble otra vez para comprarlo. Tuvo suerte, al dueño no le gustaba demasiado y se lo vendió muy barato.
Muchísimos años después, la familia del señor Nieto, aunque pobre, seguía conservando el cuadro y, un día, un hombre, al ver el cuadro, se enamoró de él y le ofreció una fortuna. Ellos aceptaron y se hicieron ricos, mientras que el nuevo dueño se llevó el cuadro y lo expuso en su museo.
Hoy en día el cuadro sigue allí y el único descendiente de Nieto es uno de los hombres más ricos de España.
Jose Domínguez Vázquez (4º B)
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